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Castillos de Badajoz

Castillo de Feria

Castillos de Badajoz

Castillo de Feria o de Lorenzo Suárez de Figueroa

El Castillo de Feria se localiza a pocos minutos de la localidad de Feria, en la provincia de Badajoz, Comarca Río Bodión, Comunidad Autónoma de Extremadura.

El Castillo de Feria ya existía a comienzos del siglo XI, por lo que, caído el califato cordobés, será incluido entre las defensas del reino taifa de Badajoz. Conquistado en 1241, será controlado por el concejo pacense.

Pero el proceso señorializador de la tierra llevará a que en 1394 sea entregado a los Suárez de Figueroa.

El castillo poseyó siempre una estratégica ubicación, controlaba un amplio territorio y se comunicaba bien con otros enclaves defensivos.

De ahí que, dada la cercanía de la frontera portuguesa y las banderías nobiliarias castellanas del siglo XV, se hiciese necesaria su renovación y acondicionamiento poliorcético.

Hacia 1458-60, el primer conde Lorenzo II Suárez de Figueroa amplió y reforzó las cortinas perimetrales con torres. Su sucesor el conde Gomes II Suárez continuó las obras con la conclusión de la torre del homenaje antes de 1480.

Torre del Homenaje del Castillo de Feria

La Torre del Homenaje es esencialmente un elemento defensivo, el último resguardo en caso de asalto a la fortaleza.

Su valor estratégico obliga a su protección, disponiendo a su alrededor un reducto de seguridad, al que se suman el acceso desde la segunda planta, los depósitos de agua encastrados o el redondeo de las esquinas de la propia torre para minimizar los efectos del impacto de los proyectiles enemigos.

Pero, como el castillo da título al Señorío y cuando se construye el homenaje ya es una época tardía, posee elementos palaciegos que no hay en otras torres coetáneas.

Su planta principal estaba concebida como residencia señorial en jornadas de viaje o caza. De las otras, la planta baja serviría de bodega, almacenaje de víveres o cocina, y las superiores de alojamiento del alcaide y de la guarnición.

Sí, ahora, es visible desde un extenso entorno, allá en el siglo XV lo sería aún más, cuando la blancura de los esgrafiados murales deslumbrase bajo la intensa luz del sol extremeño.

Erguida y desafiante, esta torre era símbolo de la omnipresencia del poder señorial.

Los recintos y la muralla-diafragma

En el último tercio del siglo XV, y al tiempo que se levantaba la torre del homenaje, se construyó una muralla diafragma que dividió la amplia superficie intramuros en dos recintos.

Su objetivo era reducir la guarnición en tiempos de paz y en los de guerra, en los que entraba todo el castillo en funcionamiento poliorcético, conseguir un reducto de seguridad.

La muralla-diafragma enlaza con el homenaje, al que da acceso desde su camino de ronda. Iba procedida por una cava o foso seco, del que queda parte ante la torre, que se salvaría con un puente retráctil.

El recinto de acceso o meridional serviría de albacara, dispuesto para acoger ganado, tropas o a la población del entorno en caso de amenaza.

El reducto septentrional, de menores dimensiones, se articula en torno al homenaje con la finalidad de garantizar su defensa.

La muralla perimetral

La muralla perimetral del castillo nos ha llegado muy herida. Construida de mampostería, describe una planta irregular amplia y alargada que se acomoda a la orografía del cerro.

Se coronaba con un adarve descubierto que servía para agilizar el movimiento de la guardia y facilitar su defensa. Lo componía el camino de ronda simple y encajonado entre el paradós, o pretil intramuros, y el parapeto extramuros, que seguramente fue almenado.

La linealidad de la reparación del parapeto sugiere la ausencia de merlones y otros elementos de defensa y ataque que debió poseer.

Las torres y cubos se distribuyen con regularidad, s bien deben pertenecer en origen a momentos constructivos diferentes.

Llama la atención las escasas muestras heráldicas en el castillo, por ello es significativa la placa granítica con los blasones de Lorenzo II Suárez de Figueroa y de María Manuel, primeros condes de Feria, que muestra el cubo situado a la derecha de la puerta de acceso.

Aljibes y Cisternas

El agua era vital para el sostenimiento de un castillo. Obtenerla y almacenarla para su consumo cotidiano o para situaciones de riesgo bélico era una preocupación de los constructores de cualquier fortaleza.

Dependiendo de la ubicación geográfica optarán por diferentes sistemas, desde perforar pozos o minas, buscando venas de agua, a construir depósitos donde reservar la de la lluvia.

En el Castillo de Feria, dadas las condiciones topográficas y climáticas, la provisión de agua se soluciona mediante la construcción de aljibes, excavados o de obra, y de cisternas murales.

Los aljibes, al ser subterráneos, tenían una gran resistencia al empuje y servían para acumular grandes cantidades de agua. Existen tres, uno en cada recinto y otro bajo la torre del homenaje.

Las cisternas están encastradas en lo alto de los muros del homenaje y son depósitos de menor capacidad. Por gravedad y a través de cañerías, suministraban agua de lluvia a puntos concretos de la torre.

Fuente: Excmo. Ayto. de Feria


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