Parques Naturales de Andalucía
Parque Natural Sierra María-Los Vélez
Parque Natural Sierra María-Los Vélez
El Parque Natural Sierra María-Los Vélez se sitúa en el extremo norte de la provincia de Almería. A pesar de la aridez propia del paisaje almeriense Sierra María posee una espectacular belleza, sobre todo en invierno cuando sus agrestes cumbres aparecen cubiertas por la nieve.
Una extensa y bien conservada masa forestal de pinos, especies vegetales únicas, y más de cien especies de aves forman parte del patrimonio natural de la Comarca de los Vélez, rica además en vestigios de antiguas culturas.
El Parque se extiende por los términos municipales de María, Chirivel, Vélez-Blanco y Vélez Rubio.
En Sierra María existe una amplia variedad de comunidades vegetales. La naturaleza caliza del suelo da lugar a formas quebradas, cuevas, grietas,…que permiten la existencia de diversos microclimas y biotopos y el desarrollo de diferentes formas de vegetación. La flora de la sierra es además muy rica, concentrándose un gran número de especies vegetales de distribución muy restringida.
Destaca esta comarca por la frondosidad de sus bosques, los mejores conservados de Almería. Espléndidos pinares de pino carrasco procedentes de antiguas repoblaciones (y conocidos como «pinares viejos») ocupan las umbrías de la sierra, contrastando con las ocres y áridas solanas. En los enclaves más húmedos e inaccesibles se hallan pequeños bosques adehesados de encinas, así como ejemplares centenarios aislados.
En los cerros más agrestes como el de Gabar existen arbustos rastreros, sabinas y enebros, mientras que en las cumbres calizas y por encima de los 1.800 m la comunidad más característica y extendida es el piornal. Se compone éste de especies espinosas o de porte almohadillado, adaptadas a las extremas condiciones de aridez y a las bajas temperaturas invernales, como el piorno azul o el rascaculos.
Sobre las rocas se hallan algunos de los elementos florísticos más representativos de la sierra. En las zonas altas de las solanas aparecen especies como Centaurea mariana, Nepeta hispanica o Sideritis stachydioides, que únicamente pueden encontrarse en este enclave.
La diversidad de hábitats presentes en Sierra María (bosques, canchales y pedregales, escarpes,…) permite la presencia de una rica y variada fauna en la que destacan las aves, de las que se han registrado más de un centenar de especies entre sedentarias, invernantes y estivales. Sobresalen el azor, el gavilán y el águila calzada en los bosques de pinos. En los cortados de este espacio montañoso nidifican el águila real, el halcón peregrino y el búho real. Otras especies, típicas de las áreas cultivadas son la cogujada, la calandria o la bisbita común.
De gran interés son algunos invertebrados exclusivos de la sierras béticas, como la mariposa Parnassius apollo subsp. mariae, o Pseudochazara hipolyte, sólo presente en el sudeste español.
Entre las principales actividades económicas figura el aprovechamiento de los recursos forestales (madera, leña y resina), que a su vez permite un aprovechamiento ganadero en primavera y otoño (cabras y ovejas), y otros como la extracción de aceites esenciales a partir de plantas aromáticas. La actividad agrícola es escasa; entre los principales cultivos se encuentra el cereal de secano seguido de frutales en regadío y del almendro, introducido hace más de una década.
Aunque perviven algunas cortijadas como «Casablanca» y «Alfaguara», la población se concentra en los núcleos cercanos de María, Vélez-Blanco, Vélez-Rubio y Chirivel.
La comarca de Sierra María-Los Vélez posee un rico patrimonio artístico y monumental. Vélez-Blanco, sede del Marquesado de los Vélez, conserva uno de los más bellos y representativos castillos del Renacimiento español: el Castillo-Alcázar de los Fajardo (s. XVI). Destaca también la iglesia-convento de San Luis, de estilo plateresco y torre mudéjar.
Construida esta villa en plena Edad Media, el especial trazado de sus calles se debe a su ubicación, entre barrancos y montículos, y a la arquitectura típica de las casas, de planta cuadrada o rectangular y de hasta tres pisos. Las paredes están realizadas en piedra y barro mientras que el piso superior se cubre con un entramado de maderas sobre el que se coloca un trabado de cañas y tablas de pino. Por último se colocan las tejas árabes fijándolas con barro y paja.
En María destaca la iglesia del siglo XV y la Ermita de la Virgen de la Cabeza, adonde acuden en romería sus habitantes en el mes de abril. Otras manifestaciones del folklore serrano son las coplas del Rosario de la Aurora (Chirivel), las cuadrillas de las ánimas (Vélez-Blanco) y los encuentros de cuadrillas (Vélez-Rubio).
Existen además en el Parque Natural de Sierra María-Los Vélez yacimientos arqueológicos de gran relevancia, como la Cueva de los Letreros con pinturas rupestres de) Neolítico, la Cueva de Ambrosio (Vélez-Blanco) o la Cueva del Gabar.
La Sabina Albar
Juniperus Thurifera L.
Se trata de un árbol de hasta 20 metros de altura con porte variado. La copa es muy densa de color verde oscuro o algo glauco.
Las hojas son las más grandes entre las sabinas, escamosas y con el ápice levemente separado de las ramillas. Los frutos, al madurar, son redondos, azulados y cubiertos de cera.
Es muy resistente a condiciones térmicas extremas.
Se trata de una especie singular en la zona, ya que es fácil de ver en los sabinares manchegos pero no en Andalucía,, donde se presenta de forma dispersa y poco abundante en su límite de distribución respecto al continente europeo.
Tiene una madera de grano fino y muy aromática, de hecho, el término «thurifera» quiere decir «producto de incienso» por el aroma que desprende al quemarse.
La Sabina Rastrera
En la alta montaña mediterránea, cerca del límite del bosque, podemos encontrar una vegetación formada por plantas de porte achaparrado, adaptadas a las fuertes heladas y las nieves del invierno.
En Sierra María aparece junto al pino laricio, formando comunidades muy abiertas, sobre suelos pobres y pedregosos. No obstante, es posible encontrar algunos ejemplares aislados fuera de su hábitat característico.
Las flores aparecen a partir de septiembre, separadas en el mismo o en distintos pies y son muy poco llamativas. Los frutos maduran al otoño o primavera siguientes, al principio presentan color verde y al madurar azul oscuro con cubierta cerosa.
En España podemos encontrar esta planta por la Cordillera Cantábrica y la mitad este de la Península Ibérica, siempre en zonas de interior.
La Sabina tiene múltiples aplicaciones: para quitar verrugas, como diurética, etc., aunque hay que tener mucho cuidado porque sus esencias son tóxicas. También es utilizada como ornamental en jardines.
Gayuba
Arctostaphylos uva-ursi
(L.) Sprengel
La gayuba o manzanera (uva ursina), es un arbusto siempre verde que echa sus ramas tendidas por el suelo, a veces colgantes, que florece de marzo a junio y sus frutos maduran al final del verano o en el otoño.
Tapiza los claros y desmontes de encinares y quejigares e incluso pinares y melojares, prefiriendo los collados y laderas pedregosas algo frescas de las montañas.
Sus hojas son ricas en taninos, útiles para curtir pieles, usándose antaño en la medicina popular como antiséptica.
Su fruto es comestible, de sabor insípido, áspero y poco jugoso, a él alude el nombre latino uva-ursi: uva del oso.
Aparece cubriendo como una espesa alfombra grandes extensiones de terreno, utilizándose por ello como ornamental por su gran belleza y como planta melifera. Su porte tapizante le cofiere un alto valor ecológico de cara a proteger el suelo frente a la erosión, así mismo mejora las condiciones edáficas de su entorno debido a que sus raices poseen módulos fijadores de nitrógeno.
Ruinas de la Aduana
Con la expulsión de los moriscos a finales del s. XVI, la repoblación con familias levantinas y la revalorización del secano, comenzaron las roturaciones de envergadura en toda la sierra. Además de la necesidad de explotar mayores extensiones de tierra para pastoreo y tierras de cultivo, hay que tener en cuenta el aumento considerable del gasto de leña debido a la implantación de los hornos de vidrio, carboneras, caleras… Por último, pero no por ello menos importante, la necesidad de madera para la fabricación de barcos. Toda esta transformación del medio afectó al monte mediterráneo, fundamentalmente encinas y pinos, así como a la fauna que lo poblaba.
La preocupación de preservar la riqueza del territorio jurisdiccional y los propios intereses económicos o recreativos (conservación de la fauna para cacerías) llevaron a los distintos señores a ejercer una vigilancia especial, un control de las licencias o permisos y a dictar una normativa específica. La Dehesa de la Alfahuara fue el área más cuidada y protegida por la Casa Marquesal. Este bosque era un lugar rico en manantiales, densamente poblado de encinas y pinos, abundando “todo género de caza mayor y menor de pelo y pluma”.
Las ruinas corresponden a la antigua “oficina” en donde se llevaba a cabo el pago, en “especias”, correspondiente al uso por parte de los vasallos de esta privilegiada zona tan del agrado de los señores de la época. Así, los pastores pagaban un arancel en función del número de cabezas de ganado cabrío o lanar que transportaban, los carreteros pagaban el suyo en función del número de carros de leña que sacaban de la Alfahuara, etc.
Calera de Vereda Alta
La pequeña construcción que a duras penas se mantiene en pie, son los restos de una de las caleras, tan comunes antaño, que salpicaban nuestras sierras a mediados del siglo XX. ¿Y en qué consistían estas construcciones? Con las mimas piedras calizas, escogiendo entre ellas las de forma alargada, se erguía una estructura a modo de iglú; era la parte visible del horno; se elevaba de la superficie unos 2 metros. Excavado en el suelo, recubierto interiormente de un muro de piedra y con una profundidad que podía alcanzar los 4 metros, el pozo. En el hueco que quedaba en el centro se colocaba leña, aulaga y otras matas, generalmente despojos de tratamientos selvícolas. Estas servían de andamio y posteriormente de combustible. Una vez “armada” la calera se cubría con jaras y matagallos; después con barro. Se encendía el ingenio por un agujero o “puerta” que se dejaba en el muro de piedra para este menester, y se mantiene activo durante 3 días y 3 noches, durante los cuales los vecinos se turnaban para su cuidado.
En una calera media podían utilizarse unos 2500 haces de leña de 40 kg cada uno. Se puede hacer una idea del importante papel en la reducción del combustible que esta actividad realizaba en los montes. Venían a sacarse de 40 a 60 toneladas de cal. Así obtenida, la cal se conservaba en sacos de plástico cuanto tiempo se quisiera. Para prepararla se sumergía en agua durante 4 o 6 días, “fermentando”, “hirviendo”, “apagándose”, a decir de los lugareños. Quedaba así lista para enlucir, proporcionando a nuestros pueblos esa blancura tan típica. La cal fue, hasta el siglo pasado, como el cemento en la actualidad, se mezclaba con arena o arcilla y se utilizaba para unir piedras o ladrillos.
Pero los beneficios de la cal no se terminan ahí; se utilizaba para desinfectar las cuadras y el agua de los aljibes; para hacer desaparecer los restos de las matanzas tradicionales; como abono para la tierra y como refrigerante de las viviendas al reflejar el color blanco de los rayos del sol. Son algunas de las posibilidades que los antiguos encontraron para estas simples piedras del campo.
Senderos del Parque Natural Sierra de María-Los Vélez
Sendero La Sabina
Sendero Solana del Maimón
Sendero Umbría de la Virgen
Sendero Pinar de la Alfahuara
Sendero Cueva de los Letreros
Miradores del Parque Natural Sierra María – Los Vélez
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